Pese a su lesión en el tobillo, Mahomes guió a Kansas City a su tercer trofeo de Súper Bowl
Por Juan Manuel García García
Ni el dolor…
Ni el ir siempre abajo en el marcador…
Fueron suficientes…
Para minar su fuerza mental y su determinación…
Fue así como Patrick Mahomes, mariscal de campo de los Jefes de Kansas City, echó mano de la entereza que le es característica y que siempre sale a relucir en los momentos más difíciles de cada cotejo y le permite, la mayoría de los casos, salir con los brazos en alto.
Sin embargo, en la edición LVII del Súper Bowl tuvo que luchar no solo contra unas Águilas de Filadelfia decididas a dar la pelea, sino que contra su propio cuerpo, pues al término del segundo cuarto, era evidente, por las muecas de dolor que hacía, que se había resentido de la lesión (esguince) que arrastra en el tobillo derecho desde el fin de la temporada regular, pero no obstante las molestias, Mahomes regresó al emparrillado gracias a su resiliencia y a partir de la segunda mitad, se echó al equipo a cuestas y llevó a su equipo a la consecución de su segundo título en cuatro años.
Para quienes lo vimos regresar sonriente al partido no cabía duda de que el quarterback fue infiltrado en el tobillo lesionado y que le adaptaron una bota para inmovilizarlo y pudiera apoyar bien el pie, es decir, reducir al mínimo las molestias y que esa lesión no fuera un distractor más para Mahomes, quien estaba decidido a darle la vuelta al marcador: “No hay nada que me pueda apartar del terreno de juego. En los vestuarios nos motivamos y ahora somos campeones del Súper Bowl”, aseguró.
Hasta sus mismos compañeros conocen la determinación de Patrick, como el receptor Travis Kelce, quien al final del partido dijo que “No fue fácil ver a Mahomes tocado en el tobillo, pero tenía toda la confianza del mundo que lo daría todo para estar en ese campo con nosotros”. Es menester señalar que la dupla de Patrick Mahomes y Travis Kelce es de las más prolíficas en la NFL.
Fue así como Mahomes llevó a su equipo a conseguir su tercer campeonato de Súper Bowl en la historia al derrotar 38-35 a las Águilas de Filadelfia, equipo que se mantuvo arriba en el marcador durante más de tres cuartos del partido, para lograr un triunfo que a sus 27 años lo ubica como el mariscal de campo del momento.
Por cierto, la reciente despedida –esta sí definitiva- del estelar Tom Brady coincide con la extraordinaria actuación de Mahomes, a quien ya se le puede considerar, por su talento innato, como un posible sucesor de Brady, quien a lo largo de su carrera logró ganar siete anillos de Súper Bowl, hazaña que lo ubica en la cima del Olimpo de la NFL.
Por otra parte, ante las expectativas del futuro de su equipo, donde ya se maneja la posibilidad de convertirse en una dinastía en la NFL, Mahomes fue tajante al señalar que todavía no es una dinastía, a pesar de que haber ganado el segundo Súper Bowl de su carrera, señaló que aún no es suficiente como para definir los logros de su equipo como una dinastía porque “esto aún no ha terminado”. “No voy a decir que es una dinastía, esto no ha terminado. No voy a decir dinastía todavía”, dijo Mahomes.
En cuanto a las Águilas de Filadelfia, es justo mencionar que en Jalen Hurts tienen a un pasador efectivo y confiable, que para nada se achicó ante Mahomes como lo demuestran los cuatro touchdowns que tuvo en el partido, de los cuales tres se consiguieron por tierra y uno por aire.
Habrá que seguir de cerca a este joven quarterback porque se le aprecian cualidades que lo pueden llevar lejos, por lo pronto, el de este domingo pasado fue un juegazo por las destacadas actuaciones de los dos mariscales de campo, pero en esta ocasión y reconociendo el honor a quien honor merece, Patrick Mahomes sacó fuerzas de flaqueza y pese a su esguince en el tobillo, no sólo ganó el partido, sino que se llevó también el trofeo del Mejor Jugador del Partido (MVP por sus siglas en inglés), honor más que merecido…
¿Estamos?