Por Juan Manuel García García
Crónica de una derrota anunciada…
Aunque no me gusta recordárselo…
Se los dije…
Fue apenas en mi entrega anterior…
Que se los dije…
Así que no me tomen a mal, amigos lectores, si me adelanté en mi juicio…
Pero después del sufrido triunfo ante Canadá no había seguridad de que ante el equipo de las barras y las estrellas, México hiciera valer su hegemonía sobre los demás países de la zona geográfica de la Concacaf y lamentablemente, el tiempo me dio la razón.
Entonces, ¿el resultado no fue una sorpresa?
No para un servidor.
¿Tampoco fue chiripa?
Para nada.
Fue un resultado justo porque el equipo de Estados Unidos sabía muy a qué y cómo jugaba. Se plantó muy bien en el terreno de juego y consciente de sus limitaciones en cuanto a que se jugaba con el equipo B, esperaron su oportunidad para hacer daño y en una cala del partido anterior ante Canadá, pero ahora con los mexicanos en el papel de víctimas, el único gol del partido también cayó in extremis.
Entonces, ¿Cómo catalogar el triunfo de Estados Unidos (selección B) en la final de la Copa Oro ante México?
De dos maneras: la primera como un despertar abrupto a la realidad futbolística de nuestro país y la segunda como una lección de humildad para las huestes dirigidas por Gerardo “Tata” Martino, ya que, según parece, en realidad se sienten los “Gigantes de la Concacaf”, pero sin argumentos para sustentarlo sobre el terreno de juego.
Me explico: era evidente la displicencia que por momentos exhibieron en los ataques al arco rival reflejando una inoperancia ofensiva de no creerse; seguramente pensaron que ante la versión más débil de la selección de Estados Unidos sólo era cuestión de tiempo para llenarles la portería de cuero (bueno, eso era antes, cuando los balones eran de ese material y no como ahora, de piel sintética) y salir con banderas desplegadas del vecino país del norte, pero para su sorpresa, no sólo no metieron un solo gol, sino que su falta de contundencia derivó en un completo desorden táctico, ya que cedieron al rival tanto el mejor posicionamiento en la cancha como la posesión del balón.
Y como era de esperarse, al perder el ritmo de juego perdieron también la estabilidad emocional cayendo en el nerviosismo y el bloqueo mental para quedar a merced de un enjundioso equipo que al igual que el pasado 7 de junio, a fuerza de tesón y coraje lograron quedarse con el título de la Liga de Naciones de la Concacaf al imponerse 3-2 a los mexicanos que, dicho sea de paso, parece que otra vez ya nos agarraron “de sus puerquitos”.
Seguramente para algunos aficionados de este lado del río Bravo, la ausencia de Hirving “Chuky” Lozano fue determinante para que se conjugara el segundo fracaso en fila para los tricolores, pero como lo señalé en su oportunidad, ningún equipo puede, por salud propia, depender de un solo jugador en su esquema táctico y si a eso le agregamos la lesión de Raúl Jiménez –de la que afortunadamente ya se está recuperando satisfactoriamente-, la verdad es que ni Henry Martin, Alan Pulido o cualquier otro centro delantero nacional o, incluso el mismo argentino naturalizado mexicano, Rogelio Funes Mori, han sido la solución para cubrir su ausencia.
Y si a lo anterior le sumamos el impacto emocional que representó en el grupo la muerte de Zizinho (Geraldo Francisco Dos Santos), papá de Jonathan y Geovani Dos Santos, podemos pensar que esta circunstancia fue otro serio distractor para los jugadores considerando que se comprometieron a ganar el torneo para honrar la memoria del otrora jugador del América.
En conclusión, de acuerdo con lo exhibido ante Estados Unidos en sus dos últimas confrontaciones, mucho tiene que trabajar el “Tata” Martino y sus jugadores para recuperar la memoria y recuperar el ritmo de juego que le permita salir airoso en las próximas eliminatorias para asistir a la Copa Mundial a celebrarse en Qatar -por cierto, su equipo fue invitado a participar en esta Copa Oro y su actuación fue más que decorosa-, so pena de sufrir de más y llevarse alguna sorpresa en su búsqueda de la clasificación a esa justa…
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